Científica, narradora de datos y divulgadora
Mis inicios (cuando todavía no sabía que estaba empezando)
Todo empezó en el garaje de mi casa.
De chica, mis padres cedieron una pieza desocupada del garaje de nuestra casa para que una bióloga montara un pequeño laboratorio que funcionó como club de ciencias: El Pequeño Cientista. Los sábados venían varias crianças —como les dicen a las niñas y niños en Brasil— a hacer experimentos. Como anfitriona, durante la semana a mí me tocaba mantener limpios jaulas y peceras y alimentar a todas las animalias: ratones, erizos de mar, anémonas, sapos en metamorfosis y lo que hiciera falta. Ahí vi por primera vez —literalmente— cómo funciona la vida. Desde entonces no dejé de buscar explicaciones.
Mis estudios y el descubrimiento de las plantas
A los 17 me mudé a Argentina (no había vivido nunca en el país y ni siquiera hablaba español) para estudiar Licenciatura en Genética en Posadas. Fue un shock cultural y un descubrimiento intelectual. Entendí la vida desde la perspectiva del ácido desoxirribonucleico —más conocido como ADN—, y en la selva misionera me enamoré de las plantas: organismos sésiles, obligados a enfrentar el ambiente que les toca, capaces de desplegar estrategias adaptativas extraordinarias. Esa fascinación me llevó a Balcarce a realizar una maestría en Producción Vegetal, donde me metí de lleno en agronomía, y luego a un doctorado en la Universidad Nacional de Buenos Aires sobre la respuesta de las plantas al estrés.
Mi recorrido científico
Mi vida científica transitó en laboratorios de Argentina, Brasil y México. Trabajé siempre con especies de interés agronómico —leguminosas, solanáceas, cucurbitáceas, aliáceas, vid— intentando entender sus procesos biológicos y su historia evolutiva. Colaboré con una semillera dedicada a variedades criollas, fundé un laboratorio de genética en la Universidad Nacional de San Juan y hoy tengo incluso mi propio laboratorio en casa para seguir haciendo ensayos personales. – Lo siento, pero no sé vivir sin mis experimentos.
La divulgación: mi otro camino
En paralelo, durante mi doctorado, descubrí la divulgación científica en Econciencia, una ONG ambiental de Chascomús que pregonaba el cuidado del ambiente. Empecé a escribir artículos para la revista Siglo XXI (revista bimensual que publicaba la ONG) y a participar de actividades educativas. Con esa experiencia me animé a organizar, junto a colegas, las jornadas INTECH a puertas abiertas, conectando escuelas con científicas y científicos y su trabajo real. Ahí entendí que la ciencia solo cobra sentido cuando se comparte y transforma miradas.
Hoy sigo moviéndome entre esos mundos: los datos, las plantas, los laboratorios, la agronomía y la divulgación.
Me obsesionan el rigor, las visualizaciones claras y entender los procesos —biológicos y cognitivos— que nos trajeron hasta acá como especie.
