Publicado en Revista Ambiente Siglo XXI - ONG Econciencia Autora Rosalía Paz
Actualmente todos estamos familiarizados con el uso de los bancos como lugares para depositar nuestro dinero y/o otros objetos de valor de una manera segura. Estas entidades, de índole financiera, nos brindan el servicio de guardar nuestro dinero, hacernos préstamos o devolvérnoslo si así lo requerimos. Este mismo concepto de utilizar un recinto para salvaguardar recursos únicos e invalorables está siendo adoptado por muchos países para preservar uno de nuestros recursos más preciado: las semillas. Estos bancos son instalaciones especialmente acondicionadas para conservar material vegetal, principalmente semillas, por periodos de tiempo que pueden alcanzar en algunos casos más de 50 años.
Las semillas son el principio de toda la vida sobre la tierra, incluida nuestra especie. Ellas definen lo que comemos, el paisaje que nos rodea, nuestra cultura y nuestra idiosincrasia. Esto es así porque cada especie de planta es el resultado del trabajo fino de la evolución durante miles de años, que ha ido adaptándola a las variaciones climáticas y a la geografía de cada lugar. A este trabajo delicado se le sumó la mano del hombre cuando aprendió a trabajar la genética y domesticar algunas de estas especies para que produjeran alimentos. Así, cada región del planeta posee cultivares de especies domesticadas localmente, adaptadas a las características ambientales del lugar, y que son las que históricamente consumieron los habitantes de estos sitios. Además, generalmente en estos lugares es donde se encuentran los parientes silvestres no domesticados de estas especies, representando esto un valioso recurso genético.
Lamentablemente, en épocas de globalización como la nuestra – donde todos los tomates deben ser redondos, rojos y sin ninguna manchita en su piel – nosotros mismos nos estamos arrojando a un abismo del cual puede ser muy difícil volver atrás. Inconscientemente obligamos a los productores de alimentos a producir las monótonas variedades modernas de Revolución Verde, tan nombrada en esta columna. Estas variedades tienen la ventaja de producir mayores rendimientos con una gran homogeneidad, pero la terrible desventaja de que nos están llevando a la extinción de miles de cultivares autóctonos. Actualmente se estima que en el mundo se pierde un cultivar autóctono por día. Esto se traduce a la pérdida de identidad cultural y de soberanía alimentaria de los pueblos.
Pero ojo, que esta riqueza cultural no está pasando desapercibida para los amos de la globalización. Mientras nosotros seguimos consumiendo las variedades elite de la revolución verde, existe un ambicioso proyecto llamado “Bóveda Global de Semillas de Svalbard” – también conocido como “La bóveda del fin del mundo” – en Noruega. Este predio, con un diseño híper futurista, fue establecido en 1984 por un consorcio conocido como “Reservorio global de diversidad de cultivos” financiado por las fundaciones de Bill Gates y Rockefeller, y por corporaciones biotecnológicas como Monsanto, Syngenta y Bayer Crop Science. – No puedo en este punto dejar de transmitirles que me da un poco de escozor esta junta. Esto porque básicamente los que están custodiando las semillas son los mismo que proponen los monocultivos de idéntica genética, algo tal vez incoherente – El objetivo por el que se fundó este “Banco de Semillas” fue preservar semillas de cultivos de todo tipo en el caso de una catástrofe global a gran escala. Esta bóveda alberga más de 400 tipos diferentes de semillas de cultivares autóctonos y plantas nativas de todo el mundo. Su edificio no está habitado, se caracteriza por estar incrustado 120 m hacia el interior de una montaña cubierta permanentemente por una capa de nieve. Fue construida con la idea de evitar un gran número de catástrofes tales como el derretimiento de los cascos polares, es una zona sin actividad tectónica, y lo suficientemente fría para preservar las semillas en el caso de que no haya provisión eléctrica. La pregunta que me surge es ¿Cómo se va a regular el uso de estos recursos cuyas semillas le pertenecen a la humanidad?
Afortunadamente la mayoría de los países también tienen políticas de creación de bancos de semillas de sus variedades autóctonas y plantas nativas. En el caso de nuestro país, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) cuenta con una importante red de bancos de semillas distribuidos por todo el país. En total, esta red cuenta con cerca de 30.000 muestras de ejemplares de plantas. Estos centros buscan abarcar la gran variedad de ambientes de nuestro país, que alberga una importante diversidad de cultivos autóctonos como papa, maíz, poroto, mandioca, batata, ajíes, forrajeras y otras especies de interés local. También contamos con especies introducidas de otras regiones, como ser trigo, girasol y forrajeras. Estos bancos se organizan en dos tipos: los Bancos Activos (que conservan los materiales vegetales a mediano y largo plazo) y un Banco Base (que es el responsable de conservar las muestras a largo plazo). Este último posee un duplicado de todos los materiales que están depositados en los Bancos Base para evitar la pérdida de diversidad, y es el que se encarga de realizar el monitoreo del estado en el que se encuentran las muestras. De esta manera, cuando las semillas depositadas en este banco han reducido su viabilidad en más del 85% (o sea, su capacidad para germinar), solicitan al Banco Activo que posee el otro duplicado que regenere el material para su reemplazo.
En general, el principio básico de todos los bancos de semilla (sean privados o públicos) es el mismo: Conservar y extender la vida de materiales únicos de especies vegetales. Las tareas que se llevan a cabo en estos bancos se centran en cinco ejes principales. En primer lugar es necesario i) adquirir de los materiales a preservar, que puede lograrse recolectando a campo o por intercambio de semillas con otros bancos. Estos materiales deben ser ii) regenerados y/o multiplicados y debidamente iii) caracterizados para determinar su calidad genética, sanitaria y fisiológica. Luego viene la parte más difícil de la conservación, una vez que las semillas contienen adentro un embrión vivo en estado dormido conectado a reservas nutritivas. Pese a que se encuentra con un metabolismo muy reducido, a medida que transcurre el tiempo va consumiendo lentamente sus reservas, y si las mismas se agotan, muere. Es por ello que para su mejor conservación las semillas deben ser llevadas a valores mínimos la humedad (generalmente entre el 5 y el 6% de humedad) y almacenadas a -20°C. Con estas condiciones, se reduce al mínimo la actividad metabólica de los embriones, con lo que es posible alargar la vida de las semillas entre los 30 y los 40 años (aunque estos tiempos dependen mucho de la especie en cuestión).
El mundo tiende cada día hacia la homogeneidad, a que seamos todos iguales y sigamos modas impuestas. Piensen en que alimentos consumimos, y verán que toda nuestra alimentación se basa en una decena de productos vegetales. ¿Cuantos productos autóctonos conocemos y consumimos a diario? Debemos tomar conciencia de lo importantes que son nuestros recursos naturales y revalorizarlos. En épocas donde el dinero maneja nuestros destinos, estamos perdiendo día a día un poco más de nuestra cultura, de nuestra historia y nuestra vida.
Información suplementaria en español:
Bancos de Germoplasma: Semillas que germinan futuro. Inta informa.
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