Las consecuencias de la simplificación.
Publicado en Revista Ambiente Siglo XXI - ONG Econciencia Autora Rosalía Paz
La intensificación de la agricultura observada en las últimas décadas ha resultado crucial para aumentar la producción de alimentos necesarias para sostener la población humana. Como vimos en el artículo anterior, estos sistemas agrícolas, o agroecosistemas, son sistemas naturales simplificados por el hombre pero altamente productivos. Sin embargo esta gran productividad tiene un elevado costo, y sobre este tema desarrollaremos la tercer y última parte de este artículo.
El descubrimiento de que era posible la canalización del flujo energético para producir alimentos resultó uno de los íconos claves para el desarrollo de la civilización humana. A lo largo de la historia de nuestra civilización, a base de prueba y error se fueron ajustando y mejorando las tecnologías tendientes a maximizar la eficiencia en el uso de la tierra, del agua y de los recursos naturales. Durante las últimas décadas (con la Revolución Verde), innumerables fueron los esfuerzos destinados a comprender la fisiología de las plantas cultivadas, su genética, entender como el suelo funcionaba, y descubrir cuales eran las mejores condiciones para mejorar los rendimientos por unidad de área. Como consecuencia de estos estudios, se mejoraron en forma considerable las condiciones de riego, de manejo del suelo y desarrollo de fertilizantes y agroquímicos. Todas estas tecnologías permitieron incrementar considerablemente la productividad de la tierra, siendo la máxima expresión de estas tecnologías los agroecosistemas modernos, que son verdaderas industrias de producción de alimentos. Sin embargo, en muchos de estos desarrollos tecnológicos no se ha tenido presente el medio ambiente, y en la actualidad estamos comenzando a ver las consecuencias de ello.
La fragmentación de los sistemas naturales
Uno de los efectos más drásticos de la agricultura moderna es su expansión hacia los sistemas naturales, produciéndose la división en sistemas más pequeños. Este fenómeno es conocido como fragmentación y resulta crítico una vez que estos nuevos pequeños fragmentos son incapaces de sostener la misma cantidad de especies que contenían originariamente cuando eran mas grandes. Si recordamos lo que vimos en las partes anteriores de este artículo, una de las características más importantes en un sistema natural es la gran complejidad de su red alimentaria, lo que le confiere estabilidad o resiliencia. Además, si analizamos bien y recordamos que solamente se transfiere el 10% de la energía utilizada por un nivel al nivel siguiente, vemos que el numero de especies que ocupan los niveles superiores de la cadena alimentaria es pequeño (pirámide alimentaria). Sin embargo, son de crucial importancia para mantener el equilibrio de todo el sistema. Al fragmentar un sistema natural, las primeras especies que desaparecen son los estos consumidores (terciarios, cuaternarios, etc) lo que lleva a un verdadero quiebre en todo el sistema.

Consecuencias de la fragmentación
Este desequilibrio tiene sus consecuencias para nuestro inestable agroecosistema. Una de las principales es que al eliminar las especies que controlan los consumidores primarios en los sistemas naturales (insectos, gusanos, roedores y hongos por mencionar algunos), sus poblaciones crecen de una manera descontrolada y necesitan alimentarse. No es muy difícil imaginar adonde van a buscar su alimento: en el agroecosistema.

Por su parte, las plantas silvestres encuentran en el agroecosistema un medio óptimo para desarrollarse, una vez que allí encuentran las condiciones óptimas para completar su ciclo (los nutrientes de los fertilizantes y el riego). Además, como son plantas salvajes altamente adaptables a las condiciones adversas, resultan mucho más competitivas que las plantas cultivadas reemplazándolas sin mayores problemas.

De esta manera, las plagas son un serio problema en los cultivos agrícolas, produciendo drásticas pérdidas. Para controlar sus poblaciones, se aplican grandes cantidades de poderosos agroquímicos (tóxicos para plantas, animales y el hombre) que reducen sus poblaciones, pero junto con ellas, las poblaciones de animales benéficos como las abejas, los sapos, las arañas etc. Por otro lado, los animales y plantas silvestres, al poseer diversidad genética, son altamente adaptables. Al ser expuestos a los agroquímicos terminan generando resistencia transformándose en superplagas y supermalezas. Todo esto nos lleva a un círculo vicioso que solo acentúa la fragilidad de nuestro agroecosistema, y produce el deterioro de nuestro medio ambiente, al contaminar el agua y el suelo y reducir la rica biodiversidad de los sistemas naturales.
La comprensión del funcionamiento de los sistemas naturales resulta crucial para poder aplicar en nuestro modelo de agroecosistema. El modelo actual es insostenible en el tiempo, una vez que genera deterioro ambiental y pérdida de biodiversidad. Estos recursos no renovables tienen un valor inestimable, y son las únicas fuentes que tenemos para asegurar nuestra existencia futura. Es indispensable generar conciencia se su importancia, y buscar nuevos modelos integrados que preserven nuestro medio ambiente y biodiversidad.
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