El lento envenenamiento de la vida – Parte I

Publicado en Revista Ambiente Siglo XXI - ONG Econciencia
Autora Rosalía Paz

Nuestro ecosistema es una compleja red de relaciones entre distintas especies. Este equilibrio es sumamente dinámico y al afectar un punto de la red, todo el sistema se altera. El sistema agricultura (agroecosistema) es una simplificación de este ecosistema, teniendo en cuenta que hace uso de un limitado número de especies (las especies cultivadas) y se controlan otras especies (consideradas como malezas y plagas por competir o dañar los cultivares). El modelo agrícola actual o moderno está basado en el empleo de un paquete tecnológico que consta de semillas con una genética modificada, maquinaria agrícola especializada y agroquímicos como fertilizantes y agrotóxicos.

El uso de agrotóxicos en la actualidad está tan ampliamente aceptado como manejar un vehículo. La agricultura es la principal demandante de estos productos, pero también son utilizados en el ambiente urbano en jardinería y paisajística. Un grave problema en el uso de estos productos es que són sustancias tóxicas. En muchos casos la toxicidad y persistencia de la mayoría de estos productos en el cuerpo humano y en el ecosistema no se conoce con exactitud. Una investigación exhaustiva del impacto ambiental de estos productos es altamente costosa, requiriendo grupos de investigación multidisciplinarios y laboratorios equipados con tecnología altamente costosa, quedando fuera del alcance económico de municipios y entidades provinciales. De esta manera se torna inviable la contestación de las aprobaciones ya traídas desde países poderosos, en los cuales estos mismos productos supuestamente inocuos ya han sido prohibidos en su uso en sus propios países de origen.

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Riesgos para la salud humana y el ambiente

El riesgo asociado al uso de estos productos depende de la toxicidad de los mismos, de las dosis aplicadas y de los tiempos de exposición.

El principal grupo de riesgo está constituido por los aplicadores, en muchos casos trabajadores rurales asalariados que reciben información acerca de la dilución que deben aplicar, pero no de los riesgos a los cuales se encuentran expuestos y las medidas de bioseguridad que deben tomar (ropa específica, máscaras protectoras específicas, guantes).

El segundo grupo de riesgo lo constituyen los poblados rurales que circundan zonas agrícolas. En este caso, los agrotóxicos pulverizados son diseminados por el viento, donde según la velocidad y dirección del mismo y el tipo de aplicación (pulverizadoras mecánicas, avionetas) ocurre la deriva de más del 60% del producto aplicado hacia poblados cercanos. Otro grave problema es el asociado al inadecuado almacenamiento o descarte de envases de estos productos, donde pueden ocurrir intoxicaciones o contaminación de fuentes de agua.

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El tercer grupo de riesgo lo constituye la población urbana, que también se encuentra afectada en forma indirecta por estos tóxicos, una vez que estos llegan a la mesa del consumidor en forma de agua corriente, frutas, verduras, cereales, carnes y otros.

Un cuarto grupo de riesgo que pocas veces es tenido en cuenta es el medio ambiente. Durante la aplicación de los agrotóxicos una buena parte de estos se deposita en el suelo alterando dramáticamente los equilíbrios de las comunidades biológicas asociadas a él (por ejemplo lombrices, insectos, hongos y bacterias), fundamentales para el milagro de la renovación vital de la tierra. En el suelo, estas toxinas pueden permanecer por largo tiempo o ser lixiviadas (diluidas) por el agua hacia las napas freáticas o arrastradas hacia los cursos de agua más cercanos. Allí pueden acumularse en la materia orgánica y de esta manera ingresar a las redes tróficas del sistema. También puede incorporarse a la dieta humana una vez que esta agua puede ser utilizada para consumo, para regar otros cultivos o para abrevar animales de cría o silvestres.

Un ejemplo práctico de lo mencionado anteriormente es el caso del herbicida glifosato. La formulación comercial de este producto se conoce como Round Up, que contiene además del principio activo (glifosato) una serie de aditivos que potencian su acción letal. En el SENASA sigue categorizado con el marbete verde que significa ligeramente tóxico, mientras que la Organización Mundial de la Salud y la Agencia de Protección Ambiental (EPA de Estados Unidos) ya los han reclasificado como altamente tóxicos desde 1995. Negligencia, ignorancia o complicidad? (continua en Parte II).

PDF: Revista Ambiente Siglo XXI. N° 09. Enero 2008.pdf

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